Prácticas Agronómicas

El maíz, la llave maestra.

Las herramientas que mayor impacto tuvieron en la producción ganadera argentina, tanto para carne como para leche, están estrechamente relacionadas con el maíz. En unos casos, con la utilización directa en los sistemas productivos. En otros, el empleo de los subproductos derivados de su industrialización.

Es lo mismo que sucedió en los Estados Unidos y que ya comienza a percibirse en Brasil, donde el maíz se está abriendo paso con ritmo infernal, sentando las bases de un nuevo salto competitivo. Hay que prestar mucha atención a estos procesos.

Nuestro sistema predominantemente pastoril percibió rápidamente los beneficios de agregar granos en el tambo y los engordes. Al principio, con cierta timidez, partiendo de la idea de que el pasto era lo más barato. Se medía la eficiencia lechera en función de los gramos de grano utilizados por litro de leche producida.

Pero el maíz rendía cada día más y amagaba una expansión fenomenal. Pasamos de 12 millones de toneladas en los 90 a las 45 que vienen ahora. Más biotecnología que en la soja. Más germoplasma. Más interés de las compañías porque aquí no hay bolsa blanca.

Irrumpió el silo de maíz. También tímidamente, con mucho debate apasionado a principios de los 80. Entraba a jugar en la liga de la "reserva forrajera", un concepto que atentaba contra su esencia. Reserva tenía (y tiene) la connotación de seguro contra la falta de pasto, fruto de algún evento climático. El silo de maíz era demasiado caro para competir en esa liga, donde jugaban los rollos de corte de limpieza o algún sobrante estacional de pradera en los pastoreos rotativos bien manejados.

El gran Mario Bragachini, que había hecho una gran tarea desde el INTA para mejorar la eficiencia de las cosechadoras, con el recordado "Propeco" (programa para reducir las pérdidas de cosecha), propuso en 1994 el "Promerfo" (programa para la mejora de la reserva forrajera). Me sugerí (desde la presidencia del INTA) cambiarlo por “Propefo”: Programa para la eficiencia forrajera. La idea era que el silo de maíz no era una simple reserva para la época de las vacas flacas, sino una base forrajera para estabilizar los sistemas.

Habían llegado las primeras Jaguar, de Claas. Surgía una generación de contratistas hiper profesionales y organizados. La expansión fue sensacional. Este año se picará el 20% del maíz, a pesar de las enormes dificultades que padece el sector lechero. La ganadería de carne lo adoptó definitivamente en todas las etapas del ciclo, desde la cría hasta la terminación a corral.

Y muchos lo ven como la clave para manejar recrías e incluso para hacer "almacén de terneros" en invierno para aprovechar la explosión de pasto en primavera. Ya no hay tanto sobrante de pasturas para enfardar o ensilar, porque "lo más barato" es comerse todo el pasto y para eso hay que tener forraje conservado de alta calidad. Es el silo de maíz.

Y ahora el fenomenal efecto de la burlanda y otros derivados de la industrialización del maíz. "Para qué me sirven los biocombustibles", se preguntaron muchos productores cuando se inició la saga del etanol y el biodiesel. Para dos cosas: generar demanda en origen, y para aprovechar los co-productos. Lo primero está clarísimo en el cluster de Villa María-Rio Cuarto-Villa Mercedes, donde el precio del grano achicó brecha con el del puerto de Rosario. Lo segundo, es que la oferta de burlanda y gluten feed se evapora traccionada por una demanda expansiva.

Agregado de valor en origen, conversión de granos y derivados en carne y leche. Alimentos más energía, economía 360. Asociativismo, competitividad, nuevos modelos disruptivos. El maíz ha sido y es la llave. Y queda mucha tela para cortar. Hay más noticias para este boletín. Ya van a ver…

Fuente:
Clarín Rural

 
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